EL DESNUDO DE ARMANDO REVERÓN

En el Carnaval de 1919 en La Guaira, un hombre murciélago batía sus alas y al abrirlas, los presentes en la fiesta podían disfrutar de una metamorfosis: con sus extensiones estiradas representaba la muerte, pero una muy divertida, porque el hombre reía sin parar mientras brincaba dentro de una carreta.

Es esta la primera imagen la que recuerda una mujer disfrazada como una pieza de dominó. Los protagonistas de este primer encuentro que después vivirían juntos por más de tres décadas, son Juanita Ríos y Armando Reverón. Cuando se conocieron, Reverón tenía 30 años y Juanita 14.

En esa época el pintor tenía en mente seguir un particular consejo de uno de sus profesores de arte, conseguir dinero, una compañera y un lugar donde aislarse del mundo.

Había recibido elogios tanto en Venezuela como en Europa lugares donde estudió arte y pintura, pero la idea de alejarse de la civilización para reconstruir su obra artística no paraba de darle vueltas a la cabeza.

Vivió con Juanita en Punta de Mulatos, La Guaira y el Valle, en Caracas, hasta que encontró el lugar donde la luz se reflejaba en todas direcciones: Macuto.

El despertar de la luz

Armar de la nada su nueva vivienda, fue una proeza y una aventura en un hombre con una mente llena de grandes ideas pero innumerables dificultades.

Una fiebre tifoidea en 1902, dejó a Reverón rastros de confusión y delirio que lo mantenía atado a constantes alucinaciones lo que agudizaba dos caras de una personalidad apabullante, con grandes picos de hermetismo o magníficos estados de elocuencia.

Con estas mismas pinceladas de claroscuros en su personalidad, así construyó poco a poco su Castillete en Macuto con piedra, cal y cocoteros, y de esta manera evolucionó en su obra. “Vine aquí a encontrar la sencillez y me encontré con la realidad”

Diseñó teléfonos, pianos, utensilios de cocina, muebles tallados directamente de la naturaleza que lo rodeaba hasta llegar a un total de 70 objetos, pero su obra pictórica fue una cascada de luz que llegó a más de 500 obras.

Lo primero que pintó fue el mar, hasta que en 1927 Juanita se convirtió en la modelo de sus famosos desnudos, mientras Reverón pintaba vestido con un simple guayuco y rodeado de sus monos.

Pero a partir de 1933, sufre crisis nerviosas que lo alejan de su Castillete, de sus muñecas de trapo y de Juanita, hasta que en 1943 la muerte de su madre Dolores desata una profunda inestabilidad en Reverón, a quien internaban en manicomios por largos períodos.

Su obra evolucionó como su enfermedad, pero en su casa no dejaba de recibir a amigos y extraños quienes llegaban para conocerlo, como una joven cineasta llamada Margot Benacerraf, quen grabó un documental en 1952.

La anécdota de esa larga visita, es que al final, Reverón la vistió con una capa elaborada por él y le dijo que le pidiera perdón a sus muñecas de trapo. Todos quedaban hechizados con el encanto y la locura del pintor.

El 18 de septiembre de 1954, el pintor de la luz murió de una embolia cerebral.

El artista Juan Calzadilla lo describió íntegramente en su libro Reverón, Voces y demonios, “Actor, chamán, encantador de muñecas de trapo, ecologista y creador de un universo de objetos insólitos, histrión de aguda invectiva que gustaba de bromas para molestar a sus visitantes. Pero ante todo un gran pintor”

 

AUTOR: Mawarí Basanta

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